RICARDO GÓMEZ LÓPEZ - poeta y músico
  CRÓNICAS - ARTÍCULOS
 






“POETAS MALDITOS”, NACEN O SE HACEN

por Ricardo Gómez López

 

Hay una especie de animales poéticos que, gracias a sus desgracias, desdichas y extremada fatalidad, han sido rotulados por sus pares como “poetas malditos”. Ellos, desafiando la lógica, enfrentan con mayor severidad la subsistencia cotidiana, al radicarse, de manera irreverente, en el inestable cimiento de la civilidad. Pero su llamarada creativa, su vocación de soñadores, su roída envestidura de salmón y su atribulado estandarte de dolores, no son suficientes para retratar sus almas tendidas al propio sol crepuscular.

¿Quiénes pertenecen a este improvisado club? Aquellos que son empujados por el desajuste vivencial, por las desventuras que acicatean sus pulmones poéticos, por sus aires de mártires y por sus sombrías angustias existenciales que les acechan en cada rincón cotidiano. Ellos son postulados a matricularse, sin carné, en la universalidad de los “poetas malditos”.

Inadaptados e incomprendidos, caminan con desenfadada sonrisa, corazón adentro, por la orilla de la cordura ¿Cómo reconocerlos? Para tal efecto he elaborado un abecedario que debe aplicarse cabalmente al vate observado. Si el susodicho cumple los malditos requisitos no cabe duda que pertenece a esta familia, e inevitablemente pasará a acrecentar los anales -extraoficiales- de nuestra “bendita” historia literaria:

 

Gentil Abece diario, para identificar a un Poeta Maldito:

 

Son aquellos que:

 

a)- se precipitan desnudos a la tormenta cotidiana, para luego caer de bruces vomitando ramilletes de rebeldes versos, despotricando a diestra y siniestra contra el inmundo mundo, sin estructuras ni “ismos” que entorpezcan su verborrea poética.

b)- tropiezan con el dinero de vez en cuando y se lo farrean en placeres paganos y en libros de colegas extranjeros.

c)- escriben hasta desangrar la tipiadora.

d)- de noche beben un vaso de vino largo como un suspiro de amanecida y después ruedan catre abajo para recoger sueños empolvados, pero nunca vencidos.

e)- se atreven a autopublicarse y después intentan vender sus ediciones a un amigo despistado, a un familiar solidario o a un transeúnte de las nubes, o, en un gesto sublime, se lo regalan a su musa de turno, a los ángeles o a una vecina exótica.

f)-   se enamoran de la persona equivocada, intentan el matrimonio, hijos; trabajan como funcionarios públicos; se divorcian y se autoexilan en la soledad de una cárcel con cama, sin desestimar papel y lápiz, para trapear el seso con la idea del suicido.

g)- no compran automóviles, no usan corbata, no transan con la aristocracia, ni cometen adulterios políticos, y tampoco cierran la puerta a una lágrima nocturna.

h)- observan atónitos cómo la sociedad asesina a los que ellos aman, y luego cargan sus féretros al hombro, y caminan por el polvo que mañana seremos, hacia el cementerio del olvido.

i)-   en la madrugadas visitan todos los bares de la ciudad hasta encontrar el vino perfecto.

j)-   retratan en la luna su abecedario de nostalgias y aúllan hasta desprenderse de aquellas palabras que vibran con el canto del desencanto.

k)- buscan un mecenas para pernoctar bajo el hielo de una estrella que no les pertenece.

l)-   dan cien vueltas al mapamundi para preguntarse mil veces: ¡qué cresta hago aquí!.

m)- viran el rostro desde la agresividad hacia la melancolía en un desesperado intento por frustrar la derrota total.

n)- leen poemas a sus mascotas preferidas: gatos, perros, canarios, misses inspiraciones, etc. y no cuestionan sus reacciones. Se niegan a reescribir sus textos aunque existan coincidencias críticas, (por fortuna estos receptores no suelen ser muy exigentes).

o)- visitan a un moribundo, le toman sus manos y le citan de memoria uno cuantos versos de algún poema del medioevo.

p)- bajan de los trenes antes de llegar a una lectura pública pactada en un sureño pueblo e improvisan, en una quinta de recreo, un recital para los parroquianos de un villorio abandonado -de tecnología pero no de poesía-, y remojan la garganta con pipeño del bueno para filosofar a la sombra de un parrón. Todo esto sin derramar sobre el mesón ninguna rima.

q)- alimentan sus estómagos sólo cuando las tripas gritan de humanidad.

r)-   blasfeman, poéticamente, sobre la Justicia Divina, pero con el decoro que imponen las vísceras.

s)- sumergen la cabeza en agua de rosas y cogen con los dientes un verso que se ahoga en la memoria y le brindan aliento vital para que florezca en el próximo libro inédito.

t)-   miran el mundo al revés y se ven caminando erguidos.

u)- amargan, de vez en cuando, la propia fatalidad, pero no avinagran el vino del que los ama, a pesar de su amalditada poética y cresta vida.

v)- los que no alcanzaron a suicidarse o morir de hambre antes del los 50, sueñan jubilarse a la sombra del Premio Nacional. Después de cumplir los 60, vuelven a renacer para, por fin, continuar escribiendo, ahora con la guatita llena de insatisfacciones.

w)- siguen amando al lobo porque no sabe lo que hace, o si lo sabe, le ponen un personal estéreo al músculo cardíaco y lo inducen a escuchar cantos gregorianos.

x)- en otoño auscultan los parques hasta encontrar la hoja seca -testigo de primavera- para que le muestre el derrotero por donde se les escurrió el ángel salvador.

y)- trepan por el Diccionario de la Real Academia, buscando los sinónimos de gorrionchelo y violondrina, los cuales después, definitivamente, desechan.

z)- mueren cuatro veces al año, o tal vez veinticinco horas al día, y sólo abren sus humedecidas pupilas para recontra renacer inéditos de sonrisas.

 

Arenga necesaria:

 

¡Poetas malditos que deseáis trocar el mundo en desdichado Edén de sueños y perfectos amores! ¡Hundíos en vuestros versos de nubes; mastiquen a rabiar sus caudales de oscuras metáforas! ¡Bébanse el misterio de la palabra hasta el concho de la madre inspiración! ¡Sigan atormentándonos con sus filudas estrategias de romanticismo! ¡Sufrid lo indecible hasta parir esperanzas! ¡Hártense de sus famélicos huesos, de abofetear al prójimo con poemas de hierro y locuras! ¡Seguid cargando en cruz vuestras miserias incomprendidas!, continuad, bendecidos, y por favor: ¡no muráis en el intento!



 

 ¿PARA QUÉ LA POESÍA?
por Ricardo Gómez López

 

Pregunta que tal vez rebota en las neuronas adormiladas de ciertos transeúntes mundanos, que vagan en la semiinconsciencia del misterio y de la magia de aquellas palabras ordenadas meticulosa y artísticamente por algún arquitecto de la imaginería, de un vaticinador de esperanzas, aquel guerrero del romanticismo que esgrime el lenguaje de los sueños para depositarlo bajo la piel de lo cotidiano y decirnos poesía.

            La poesía abre mundos a nuevas sensaciones que nos envuelven con un manto invisible pero palpable, “El verso cae al alma como al pasto el rocío” (Pablo Neruda).

            La palabra justa en el lugar preciso, la metáfora espontánea, el hambre original del decir comparativo; la imagen de lo inexistente que cobra vida; manada de tropos que galopan verso a verso hasta llegar al poema.

            Tejer palabras con ritmo, música, contenido y sentido, es hacer danzar estrellas en racimos de luz, invitándonos a una verdadera orgía con Venus, bajo el arco iris de una sólida y fructífera poética. La historia y el devenir de los tiempos quedan retratados en el poema: dolor, ausencia, amor, lo filial, lo prohibido, el desajuste social, todo lo abarca el poeta, que, con aguda visión, además se transforma en un verdadero cronista de su época.

            Para muchos tal vez la luna sea simplemente aquel pálido satélite terráqueo que estimula el romanticismo, luna que no da dividendos, que no se puede comercializar (aún). Para el poeta, esa luna que no es de queso, que no abriga; estéril, tal vez es un silencioso espejo del sol que cobija el aullido de la noche y que nos abre su ojo selenita para iluminar soledades...

            La poesía, al igual que la música, está plagada de estilos; solo hay que encontrar la sintonía con aquel poema que haga resonancia en nosotros. Si hoy se lee poca poesía, será por falta de apreciación o por ignorar el lenguaje y códigos poéticos, entonces hay que abrir las ventanas del alma y aprender a saborear con la médula de lo inmaterial.

            Tal vez se escriba por escribir, pero no hay duda que la poesía nos ayuda a respirar mejor. Se puede vivir con un sólo pulmón, ¿y no sería mejor con tres? “Porque escribí, porque escribí estoy vivo” (Enrique Lihn). “La matemática aburre/ pero da de comer, en cambio la poesía se escribe para vivir” (Nicanor Parra).

            Más poeta que aquel que nos ofrece ramilletes de versos para soñar despiertos -o remecernos seso y piel-, es quien intenta cotidianamente vivir en poesía. Todo gesto cotidiano, por muy simple que este sea, puede llegar a ser un gesto poético.

            A este grande poema de humanidad, donde latimos día a día, aún le faltan demasiados versos para rasguñar el sonreír duradero. El misterio nos invita a abrir puertas interiores y que el corazón sea el traductor de un próspero y gozoso devenir, pero de sensibilidades, con la única arma que esgrima el ser humano: la poesía.





 

LOS POETOS YO-YO Y LAS POETITAS MI-MÍ

O EL EGO CON TRAJE DE VATE
 

por Ricardo Gómez López

 


Cierto es que el acto de escribir poesía se inicia a partir del propio sujeto creador, como protagonista o hablante lírico; sabido también es que a algunos se les pasa la mano y en incontables ocasiones transforman sus escritos en esbozos de poemitas totalmente autoreferentes, donde las palabras regalonas son: “yo”,  “me”, “mí”, y el otro “mi”, así este sujeto yoísta deja de manifiesto que él -y nadie más que él-, es el centro del universo, tratando de hacernos creer que sus pensamientos, reflexiones, dolores, penurias, -derramadas en líneas, con forma de versos-, son lo que realmente nos debería interesar, incluso también  a veces, en un arrojo de creatividad nos abofetean con un nuevo y original descubrimiento de la pólvora. Ni hablar de aquellos escritos tapizados de lugares comunes y cursilerías.

            A propósito: Un personaje que le hacía empeño a la poesía, le preguntó a una poeta qué era eso de los lugares comunes (que por supuesto, en su inconciencia lírica, le florecían como malezas en cada verso que intentaba), así que buscando, encontramos un breve texto que responde a esa interrogante:

LUGARES COMUNES: Flores / campo / sueño / mirada / luna / Todo fácil / imposible imaginar / su cuerpo pleno / transitable / imposible oír / del otro lado de la página / Imposible divisar al que huye / con la muerte bajo el brazo / Imposible caer en esos brazos / con la boca húmeda / y el cuerpo en llamas.

(Alicia Salinas)

Podríamos agregar: miles de estrellas, corazón (pororom pompóm), te quiero te quiero, yo sin ti, muy, mucho, en cuerpo y alma, etc., amén de tiras y tiras de chorizos de frases hechas. (¿Sabrán acaso estos egos lo que es una metáfora, una imagen, o habrán visto alguna vez correr libre por el potrero de la imaginería a esa imprescindible manada de tropos que debería pastar en sus “poemas”?).

Otro caso digno de mencionar es el de un seudo vate que recurrió a una poeta de verdad, para que le revisara sus textos: Ella, después de darle una hojeada le respondió: “tienes que trabajar mejor tus silencios”. Por supuesto que el aludido no se dio por idem, y se fue a su casa cabeceándose por tratar de entender aquello… Verdaderamente, esta digna poeta, no le quiso decir otra cosa más explícita que trabajara bastante sus silencios hasta hacer callar todo intento de poesía.

            Bueno, esto se está pareciendo a un taller literario, pero no es la intención, señoras y señores: mis disculpas por este exabrupto casi académico.

            Retomo mis capciosos comentarios sobre los poetos yo-yo y las poetitas mi-mí, quienes, después de escribir un manojo de “textículos” con ese tenor personalista, solicitan ($$$) un prólogo que reafirme su “raigambre poética”, luego se encaminan ufanos a las editoriales, y,  aterrizando de cúbito dorsal, después de darse algunos cabezazos contra las casas editoriales al recibir unas cuantas docenas de nones, en una actitud de franca rebeldía, se levantan y corren raudos a la imprenta para inmortalizar sus (s)obras completas, repletas de verborrea egocentrista.

            Ya con su reluciente libro en la mano, y una sonrisa de Premio Nacional rubricada en el rostro, se encaminan a las librerías con la plena convicción de distribuir sus libracos para que reluzcan en las vitrinas y competir con el Best Seller de turno... “Déjenos uno solamente...” (¡plop!).

            En fin, con cuatrocientos noventa y nueve libros bajo el brazo, comienza la distribución a granel, esta vez, métale mandárselos a las vacas sagradas, santos de su devoción y enemigos satánicos, diarios morbosos, revistas literarias, oficinistas, cuidadores de autos... ad infinitum.

            Pero ya está hecho: es un “poeta” con libro publicado; hasta se puede jactar de ser un proyecto de Neruda, o Mistral. Es cosa de tiempo. Claro que después de algunos años de ver que no pasa na´, vomita algunos sabios comentarios, asaz filosóficos: “Es pura envidia”; “le dan espacio sólo a sus compadres”; “claro, si uno no pertenece a su partido no te pescan...”. Lo envía a concursos, pero estos, según él “ya están arreglados de antemano”,  y despotricaciones por el estilo (porque siempre el cojo le hecha la culpa al empedrado).

            En varias oportunidades, a algunos de estos personajes -que creen que porque escriben para abajo están haciendo poesía-, pregunté: ¿A quién lees?, ¿cuál es tu poeta favorito?... Respuesta: “Yo no leo, para no influenciarme...” (sin cometarios).

            Así no más es, pues, como no existe ninguna universidad o academia que otorgue título de escritor o poeta (¡menos mal!). Cualquier astuto, o cándido, con el facilismo que caracteriza a los caraduras, se autodenomina “escritor”, o “poeta”; es cosa de recibir su tarjeta de visita, donde abajito de su nombre aparece el mentado “título”, o cuando firman cualquier carta, e-mail, solicitud, currículo, allí emerge desde la inocente palidez del papel, brillante y reluciente el rótulo: poeta, o escritor, según la categoría ambicionada, soñada o manoseada por el susodicho.

            Chile país de poetas, léase: Mistral, Neruda, De Rokha, Huidobro, Parra, Lihn, Teillier, Rojas, Barquero, Varín, Hahn, Millán, Pérez, y muchos otros y otras símiles que el Olimpo mundano les reserva su merecido lugar, pero nunca, nunca a un Yoyó ni a una Mimí, que con brumosos aires de seudointelectules pretenden pasarle catas por loros al respetable público no lector.

Adjunto dos textos (con faz de odas), dedicados exclusivamente a todos aquellos poetos yo-yo y poetitas mi-mí, para que sus egos por fin se regocijen con justicia. 

 

 

DE MÁRTIRES Y OTROS VERSOS

 

Oh, pobre de mí

                      cómo sufro

cómo me duelen las venas

hasta las raíces intrínsecas

de la carne del alma.

La desdicha en mis sienes

hunde

            sus desesperadas garras.

Soy

            poeta incomprendido

            animal herido

inmundano ya

y ripio del dolor

etcétera, etc.

 

Un lector casual se dijo:

¿Y a mí qué?

 

(Ricardo Gómez López, de Poegramas)

 

   

 

LOS POETAS YO-YO

 

(poemilla agudo)

 

Ahí

 van

  con su yo      

   pa´rriba y

    pa´bajo los

     poetas yo-yo

 

Qué bien

 que se ven

  mas no

   sea que

    se les cor-

     te´l cordel,

 

porque entón

 qué será

  del

   poeta yo-yo

    rodan-

     do entre nos.

 

(Floridor Pérez, de Memorias de un condenado a amarte)


 

 
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