REFERENCIAS CRÍTICAS
PRELUDIO (para el libro Poegramas, 1990)
por Floridor Pérez (Isla Negra, 1990)
Cuanto pudiera decir sobre la originalidad formal de este libro -el primero de sus méritos visibles al lector- lo anuncia mejor su título exacto: Poegramas. Más que poemas ilustrados, la alianza victoriosa de poesía y gráfica, llevada al límite de sus posibilidades expresivas por los nuevos poetas, tanto por convicciones estéticas como por condiciones objetivas ofrecidas o impuestas por la realidad social.
La página de significación total en que se nos abren estos poegramas supone una seria reflexión sobre el proceso creativo -otro rasgo que como gusto por el libro-objeto se ha dado en considerar característico de su generación. El porqué tal reflexión se explicita poco en Ricardo Gómez y siempre con el mayor recato, tomándose toda la distancia de la ironía, creo encontrarlo es ese “poeta incomprendido” de la página 14, ante cuyos lamentos:
“Un lector casual
se dijo:
¿Y a mi qué?”
Este autor ha sabido madurar su primer libro para evitarse ese y otros gestos indiferentes de lectores casuales o profesionales.
Libro breve pero denso, que rechaza tanto la liviandad como la pesadez, solicita un lector que valore la poesía por sus kilates, no por kilos, que reconozca su peso específico, que descubra y comparta la seriedad del ritmo lúdico de su decir:
“Atlas
aguanta otro poquito
Quiero conocer a mis nietos.”
No otra es la preocupación urgente de físicos y ecólogos. ¡Qué coincidencia! Y qué diferencia. La reflexión convertida en significación sin intermediarios, sonido echo sentido, el ritmo sin ripios:
“Lástima
que no
podamos podar
los edificios.”
En vez de alargar los versos, se estira la significación de las palabras: “y que todos los meses sean augustos”, leemos en Minina.
Gracias a este ensanchamiento significativo, en estos brevísimos textos caben los grandes temas de la poesía de hoy; la insatisfacción y la esperanza, y de siempre: el amor y la nostalgia.
Toda la dolorida humanidad cabe en estos poemas, al menos para quien sepa reconocerla en ese Jesús urbano al que “¡por Cristo!” nadie hospeda hoy en los ranchos de veinte pisos, como en la posada de Belén, hace veinte siglos. O en Lucy, que “se fue a Buenos Aires y allá se quedó”, porque media humanidad le pide a la otra mitad, como a ella el poeta:
“dime que todavía y más
somos hermanos”.
Colocado al final, el texto sirve también de aviso que el poema breve no es para el autor un pie forzado, ni menos un zapato chino. Tal forma se le da como resultado de una conciencia crítica, lúcida y lúdica, que sabe decir y callar a tiempo.
Mucha más quisiera decir de este libro que he visto nacer y crecer, aumentar por estímulos creativos, disminuir por un fuerte sentido autocrítico, que me gusta pensar que se haya reforzado en el taller literario en que conocí a su autor. Allí celebramos también su incursión en el difícil campo de la fundación de revistas literarias y, especialmente, su importante premio en el Concurso Extraordinario de Poesía BATA, 1989.
Creador, además, de conjuntos musicales, compositor e intérprete, Ricardo Gómez López, sabe que otra cosa es sin guitarra y a la hora de publicar su primer libro encuentra en el dúo palabra-imagen el tono exacto de su cuerda expresiva.
Libro actual -y no sólo porque lo digan los datos del colofón-.
Libro de mirar y oír, dará que hablar, sin duda.
PRÓLOGO (para el libro Bitácora del Pan, 2005)
por Óscar Hahn
Bitácora del pan, de Ricardo Gómez López, es una interesante contribución poética, dentro de la línea inaugurada en Chile por Ecuatorial de Vicente Huidobro. Se trata de un texto estructurado como un solo poema extenso, dividido en varias secciones. La primera de ellas se titula "Tierra 1" y la última "Tierra 5". Hay en este poema una especie de dialéctica, que adopta la forma de un curioso sincretismo, en el que a veces se funden y a veces entran en conflicto una serie de factores antitéticos: la modernidad tecnológica y lo autóctono ligado a la tierra, la lucha social y la impotencia frente a los poderosos, el Génesis y el Apocalipsis. Estos elementos configuran un mundo que está presidido por el pan, como símbolo solar de la vida, el amor y la solidaridad. Es por ello que la ausencia del pan es vista como la noche oscura de la humanidad. Sin embargo, y a pesar del tono apocalíptico que reina en las primeras secciones, Bitácora del pan culmina en "Tierra 5" con "el génesis del sol", que es, como diría Rubén Darío, "un canto de vida y esperanza", esa vida y esa esperanza que tanto necesita la humanidad en los críticos días que vivimos.
(Publicado también en revista Pluma y Pincel Nº188 - abril de 2006)
ACERCA DEL LIBRO BITÁCORA DEL PAN, de Ricardo Gómez López
por Manuel Silva Acevedo
Como fiel devoto de la poesía –devoto en fin de la palabra, que es también una forma de pan, de alimento sutil-, Ricardo Gómez López nos entrega este poemario Bitácora del pan, en el que este alimento elemental adquiere en su inspiración la dimensión mítica que le acompaña desde las páginas del Viejo Testamento, donde llueve maná del cielo sobre las cabezas atónitas de los israelitas.
En esta Bitácora, Gómez López vuelve a hacer del pan el símbolo se su aflicción por el incierto destino del hombre, y a pesar de sus tintes a veces sombríos y hasta pesimistas respecto del género humano, no deja de esbozar una brizna de esperanza. A esta ínfima posibilidad se aferra el poeta en cuanto hombre y en cuanto a mortal. Y como él mismo sostiene, el amor y el pan pueden ser el plasma regenerador de la vida, porque “el teatro de la humanidad cabe en una marraqueta”.
Hay en sus versos un manifiesto amor por la Tierra y sus moradores, cuya historia y hasta prehistoria parecen estar grabadas en la corteza del pan de cada día. “¿Qué parte del rostro ofreció Dios/ para ser devorado por el hambre? ¿Cuántos saciaron a la Muerte/ con la danza bíblica del pan?”, se pregunta y nos interroga, entonces nos sentimos tentados de reemplazar la palabra “hambre” por la palabra “hombre”, como si ambas hubieran sido amasadas al unísono y con la misma levadura.
Lo que el autor ha esbozado en este poema es una suerte de odisea, un viaje dominado por la incertidumbre y el riesgo, en el cual el único asidero o ícono de la permanencia es el pan: “cuántas estrellas hay en el trigo/ viajando hacia las nuevas espigas/ a la velocidad del demonio”. Y más adelante agrega: “Después que las naves interestelares/ encuentren al primer panadero arraigado en otro mundo...”.
Hacia el final del viaje, en “Tierra 5”, germina con fuerza la esperanza de que el pan se ha convertido en sinónimo de paz: “paz-pan/ para los hombres que tal vez postulen renacer/ y procrear y panificar la Nueva Era...”
Libro honesto y reflexivo, sin grandes pretenciones formales, en el que aborda con sencillez y espíritu indagador los temas esenciales que acucian y desvelan al hombre del siglo XXI.
(Publicado en Revista Literaria Rayentru Nº25 - 2006)
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